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viernes, julio 11, 2008

Delirío de ira




Y brotan así, sin siquiera pedir permiso, no me percato cuando ya es demasiado tarde, es que no lo comprendo ni manejo, sólo ese sentimiento recorre mis venas y convierten mis labios en cuchillas afiladas dispuestas a apuñalar a quien sea que se cruce por mi camino y no alcanzan a refugiarse en sus trincheras cuando ya es demasiado tarde y están heridos moralmente, las banderas blancas mis ojos las funden en rojo color sangre y más se parecen a una corrida de toros en la fiesta de San Fermín. Es que aguanto y aguanto intento resistir pero a veces me sobrepasa y simplemente no puedo, es que ya he perdido la cuenta de a cuantos inocentes han caído con certeras estocadas que emergen de mi boca sin pasar por un filtro ni anestesia alguna, y es que se ve venir, un minuto de silencio, mis ojos teñidos de rojo y con una mirada tan profunda que corta el aire, luego sin más las palabras salen y dañan a su paso, no puedo controlarlo, sólo sale, y es que esa maldita costumbre de guardas las cosas hasta no aguantar más, la mascará se hace más pesada con el tiempo y en algún momento cae, y bien lo dijo Garrik “no dejo que me impongan yugos… llamo a los vivos mis verdugos”, somos humanos, y como tales sentimos, guardando tantos sollozos, quejas e inconformidades, llega el momento en que brotan sin sutileza alguna, duelen lo sé en más de una ocasión me lastime con mis propias dagas… y es que ese maldito signo que me ampara me permite destruir, luchar y planificar todo con tal de ver mi sed de venganza e impotencia saciada, aunque esto implique un flagelo o una herida mortal, el cuerpo siempre sana… ¿la mente y el alma? Uff… como duele, no sana, y si bien pueden ser reparados jamás serán los mismos… y es que una ves roto el recipiente siempre tendrá una fuga… fuga… ¡oh! Bendita palabra… como me gusta fugarme más allá de esta realidad conocida, más allá de los problemas… un mundo lleno de risas y resignación… pues si es tan dulce… casi danzando con los ángeles, mientras el ritmo lo dan los tambores en el infierno, mal que mal me agrada el clima del cielo, pero como adoro la compañía en el infierno… y casi por sinergia toda la ira desatada en las afiladas cuchillas se desvanecen, ¿luego? Un sentimiento de rabia, frustración y remordimiento más no culpa, las cosas debían decirse, no fue la manera, a veces ni siquiera el momento, pero nada se puede hacer… el aguijón en la lengua y la miel en las manos….