El cabello radiante, piel lisa como seda, ojos
brillantes cual sol, cejas contorneadas, pestañas largas al infinito, la nariz
más delgada, los labios más gordos y ¿cómo no?
La silueta en V del mentón marcada.
Son filtros, hoy son habituales y todos los
usan a diario, pero es esta nueva normalidad una forma de adaptarnos mentalmente
a seguir buscando cánones perfectos. A insistir con esa belleza uniforme y genérica
del retoque exprés.
La piel real tiene marcas, las del sol, las
de la edad, las de las aventuras. Surcos que van de los sutiles a los fuertes,
que llevan consigo mil historias y secretos que muchas veces hasta la cabeza
olvido. Mi maquillaje en la vida real esta generalmente corrido, a diario nado,
salto, sudo y lloro, son tiempos complejos para todos, la máscara de pestaña me
llega hasta las ojeras, y el delineador rara vez se ve como estaba por la mañana.
un “Filtro” debería ser una materia porosa,
a través de la cual se hace pasar un fluido para clarificarlo o depurarlo. Pero
los filtros sólo nos crean expectativas de cómo debemos encajar en la belleza
ideal y cómo debemos ser o qué debemos buscar, y entonces … ¿es el ego el fluido metafórico de nuestra generación?
… ¿son nuestros prejuicios esa materia
porosa?