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miércoles, abril 07, 2010

La Vida




Y si el tiempo hablara, tendría mil momentos, mil historias y mil rencores, olvidados en las viejas casas y en las maderas quemadas por el sol, ese que sólo pega acá en la pampa, dónde el frío y el calor convergen en un sólo día.


Si las hojas no cayeran de los árboles a diario no conoceríamos la hermosura del otoño, de esas pocas que se pueden ver en una ciudad dónde el verde no sé ve más que en las paredes de una u otra cosa del sector norte de la ciudad.


Si los momentos fuesen eternos, el placer de ellos sería en vano, de qué me sirve la rutina de aposento, o la cotidianidad de dicha, porque no es eterno, no es para siempre, ni siquiera para mañana, es que encantan y los busco.


Si todo no hubiese sido como fue, probablemente no sabría lo que sé ahora, no conocería lo que conozco ahora y no amaría cómo lo hago ahora, sin miedos, ni temores, ni rencores , de esos que por tanto años me tuvieron atrapada en una isla desierta en pleno centro al medía día.


Si las personas no fuéramos mutables, que triste sería la vida muchos, que horrores, penas y quebrantos no se hubieran largado al olvido, cuánta gente lloraría a diario por las noches como un niño abandonado sin más abrigo que su propia suerte.


Que bonito que todo lo que escriba sea tan ciertamente falso, que bonito ser humano poder pensar, arrepentirse y evolucionar, caer, perder, ganar, ceder, es tan relativa como el motivo primo de la vida misma, vivir.