Sigo prefiriendo mis problemas banales, esos de amores, cursilerías, rabias innecesarias, de que dijo y lo que no digo, de que por qué se callo y por qué no me hablo. Esos dónde los besos, abrazos, risas y miradas son las importantes, disfruto de eso la menor parte del día luego al llegar a casa es hora de la verdad y tener que encontrarme con los problemas reales, tú salud empeora, pasaste de ser el hombre perfecto a un bebe grande, te veo más viejo, más cansado, más dolido, más perdido.
Tirado en las agonías de tus calambres, con tus dolores y sufrimientos, con tu rabia e impotencia que te impide levantarte de esa vieja y cansada cama.
Como me gustaría poder salir a correr nuevamente contigo por las noches, que aún me obligaras a correr, ese vaso de copete con el bolero o zamba de los viernes, extraño escuchar sonar esa guitarra, como sólo tú solías hacerlo.
Te tengo al lado y aún así te siento ausente, se te va el tiempo y lo peor de todo es que tú lo sabes tan bien como yo.
Se supone que la naturaleza es así, yo debería aceptarlo es ley de vida, aún así no es fácil, te veo irte día a día, te escucho balbucear tonterías, te veo saltar de dolor, te veo hundido en tus miserias, viendo con impotencia como se te va la vida y no puedes evitarlo, te aferras a tu idea de Dios y yo creer que Dios esta de vacaciones en Taiwán.
Mientras mamá hace lo que puede, los años cuidando de mi, mis hermanos y ahora mi viejo le han pasado la cuenta, no se hace más joven como ella misma asume, y algunos días los dolores son más fuertes que las ganas.
Así es en las películas, así es en la realidad…