De vuelta, cansada, agotada, dejando un camino recubierto por sangre oxidada, mis brazos sucumbieron ante el peso de mi arma, ¿acaso ese era el peso del miedo? de la culpa, o simplemente el pesado hierro de mi espada. Cuerpos que caían uno tras otro, vi a la muerte a los ojos y vi su mirada, la inercia era mí aliada en esa sinfonía gótica de espadas a un son, el ritmo de la batalla seguía, batalla tras batalla mi valor no perdía cabida, pese a todo el miedo seguía latente, luché, grité, lloré y reí gracias a la locura.
Sangre seca pintaba mi piel, mis ropas en un triste tono degrade humedecidas por sangre como el vino, ese hedor que permanece hasta hoy, impregnado en mi olfato, ese olor a sangre putrefacta, ese olor a hierro forjado y muerto en los cuerpos de otros, olor a muerte, ella es la protagonista de todo esto, mientras yo gritaba y lloraba, era ella, fiel devota de lo que veía, la más fiel espectadora del descomunal baile de cuerpos rotos, de giros desmedidos, espectadora de un cuadro de un solo color, un cuadro con tonalidad sangre, la muerte reía y yo seguía luchando, no podía correr ni huir, como quise hacerlo, no miento, pero debía quedarme y combatir, seguí luchando…
Y esa fue mi última batalla…
Recuerdo a mi último enemigo, recuerdo su mirada, ese rostro enardecido no por la ira, quizás por la locura y por el total descontrol, mirada agobiada, perdida en el horizonte, ojos tristes, coloreados por lágrimas malditas, recuerdo ese rostro por que ese último escollo, enemigo final, el último en blandir una espada, alguna vez…fue mi mejor amigo.
El silencio sepulcral olía el miedo, miradas y pasos lentos, dos figuras, dos guerreros, dos enemigos, y alguna vez un pacto de amistad.
No pensó más y yo tampoco, mente en blanco, blanco en la mira, lanzo su primera estocada, pude evadirla, sin dudar un segundo utilice su impulso para contraatacar, herí su brazo, pero no alcancé a huir cuando me tope con su arma y caí a tierra, intente levantarme fue inútil, lanzo su arma sin sentir miedo, y mano limpia comenzó a destrozar mi cara, al igual que una zarigüeya , me hice la muerta, se detuvo, aproveche su error, y sin pensarlo, golpee mi cabeza contra la suya, quede sobre él, y comencé a golpearlo, no quise cometer su error, pero mis brazos no daban más, estaba cansada, trate de levantarme , cuando lo último que vi fue su puño que de un solo golpe cerro mis ojos, y lo último que veían era a la muerte riendo nuevamente.
Asumo que me dio por muerta pero también asumo que me dejo vivir, esa fue mi última batalla y la perdí, hoy regreso a casa dolida, malherida, con el dolor y la duda de saber si me perdono o su ingenuidad peco por el, nadie me acompaña, solo la soledad de la muerte.
Algunas heridas quedaran por siempre ahí, sumergidas en mi alma, otras se las llevara el tiempo, quien lo sabe. Los recuerdos de esa última pelea, siempre estarán en mi memoria, pero esos ojos jamás serán lo mismo, creer haber matado a la única persona que lucho a su lado, no le dejara vivir en paz, el peleo al igual que yo por sobrevivir, aún me pregunto si me dejo vivir… estoy cansada, agobiada, mi alma camina por la senda de la muerte, solo espero cerrar mis ojos, tomar el último aliento que me lleve hasta el camino del averno… para ahí, redimir mí ultima gran batalla.
Escrito por Lilyan Pizarro (Lilu), edición Alejandro Rodriguez (Zorro , vos sos dioz! xD)
1 comentario:
interesante escrito
me recordó a la vieja Amelia
besos
Beowulf
Publicar un comentario