Yo lo vi, sentí como mi mundo se volvía en gozo y alegría sólo con su apariencia, de traje rojo, un cuerpo cuadrado y varonil, más o menos contundente, demostraba fortaleza, se le notaba su historia, quizá cuántas manos ya, no han pasado por allí.
De otro modo me importa su pasado, me excita pensar todas las cosas que ha oído, visto y gozado, cuantos ojos distintos se posaron en él.
Un unas aparentes pulseras doradas bordeando su tronco, ese firme, llamativo y cuidado tronco.
Vuelvo a mirarlo, casi no aguanta las ganas de correr hacia él y devorarlo, no es mío, no me pertenece, pero ¿qué clase de persona sería, si quisiera acaparar tal obra de arte para mí, sólo para mí?.
No lo aguanto, no lo resisto, me levanto sutilmente, miro hacía mi costado derecho, luego el izquierdo, lo imagino en mis manos, miro fugazmente hacía atrás, luego hacía adelante, nadie me mira, comienzo a caminar en su dirección, lo tomo, lo acaricio, lo disfruto, nos alejamos de la multitud, me siendo en un rincón del balcón, él sobre mi, lo tomo entre mis manos, y comienza el éxtasis, con palabras que rompían mi corazón y al mismo tiempo lo hacían vivir, entre llantos, risas y silencios, bebí de él hasta lo último que fue capaz de entregar, ya no es nuevo, ya no es mágico, ya no es sublime. Lo dejo en el rincón, solo, esperando otra persona a quién maravillar, yo ya tuve lo que quería, me alejo allí queda sólo un libro.
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