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martes, diciembre 29, 2009

¡Yo no quiero problemas con la ley!

En mis cortos, pero intensos veinticuatro años he aprendido bastante de lo que la gente llama “respeto a la autoridad”.


Cuando pequeña me negaba a obedecer sólo por mi mamá lo decía, me castigaron, retaron, y quitaron privilegios como modo de educar. Al crecer descubrí que con miel se atraen más moscas que con hiel. Cambie mis constantes respuestas punzantes y altaneras por tímidas sonrisas, dulces excusas y tiernas explicaciones rebuscadas.


Una vez en el colegio, recuerdo claramente a ver sido enviada en más de una ocasión a la oficina del director, también recuerdo que fue mi labia la que me salvo, no con mis profesores, que dicho sea de paso no respete hasta que salí de ese colegio, utilicé mi arma secreta mis padres, luego de la primera visita de ellos al colegio, nunca más tuve problemas, pues mi profesores preferían bancarse mis travesuras con tal de no escuchar a mis padres humillándolos, así gane otra vez inmunidad.


En media, la cosa cambio, ya no necesitaba a mis padres, pues con mis múltiples contactos, comprados con pastillas de diez pesos y chocolotes de veinte, técnica enseñaza por mi sabio abuelo, tenía un free pass y más los codiciados certificados médicos, me sentí inmune una vez más.


En la universidad comprendí que no importa si tienes la razón, no importa su es una falta menor o mayor, cuando te sorprenden en algo “prohibido” siempre será mal visto, puedes tener suerte y librar sano y salvo, física y mentalmente o con daños, ¿cuál es el punto que separa estos dos extremos?, fácil el saber QUÉ decir y CÓMO decirlo.


Yo no quiero problemas con la ley, evito, mitigo y omito, total no vale la pena discutir con un simio de uniforme.



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